Buenos días, en verano el
clima seco y el calor favorecen la aparición de incendios, pero también los
presuntos fraudes. Si la pasada semana publicamos una noticia sobre un caso
típico de fraude por incendio provocado en un vehículo, hoy presentamos un caso
más sofisticado que parece estar trayendo cola al otro lado del globo. La
pregunta surge por si sola: Estamos en España preparados para detectar y
verificar fraudes tecnológicamente avanzados?
Un saludo.
Josu Martínez
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Una compañía de seguros cree que un hombre quemó su casa a distancia
En Nueva Zelanda
Según la teoría, el propietario encendió su hogar mediante
un ordenador y a 400
kilómetros de distancia
Fuente : La Vanguardia. Redacción , Barcelona 06/09/2016
Imagen de archivo de una casa residencial en llamas
en un lugar desconocido (Getty).
Su millonaria mansión fue reducida a cenizas, pero la compañía
de seguros se resiste a indemnizarle. A modo de justificación; una bizarra
historia más cercana a las películas de acción que a la realidad.
Recoge el periódico británico The Independent que
Christopher Robinson, originario del Reino Unido, se fue a vivir en 2005 a Nueva Zelanda, en una
remota parte de la Isla
del Norte, cerca de Kerikeri, con su mujer y sus dos hijos. Allí tenía una casa
valorada en 1,6 millones de dólares, que disfrutaba a sus sesenta y largos.
En septiembre de 2011 la familia salió a visitar en coche la
ciudad de Hamilton, situada a 400
km . de distancia de su casa. Esa noche, los vecinos de
Kerikeri alertaron de que la casa de Robinson y el Mercedes de su mujer estaba
en llamas. No quedó nada utilizable.
Ahora, casi cinco años después, la familia todavía no ha
recibido ni un céntimo por parte de IAG, reconocida compañía aseguradora.
¿El motivo? IAG cree que Robinson encendió él mismo la casa
de forma remota, a través de un ordenador, según apunta la revista Stuff en un
amplio reportaje. Esta es la teoría: el propietario entró de forma remota desde
su portátil al ordenador de mesa que tenía en su casa. La máquina accionó la
impresora, que estiró un papel que, a su vez, estiró un cordel unido a un
interruptor. El interruptor encendió una batería de 12 V y, cuando esta se
calentó, prendió una cerilla. Así se originó el fuego, que se propagó con la
ayuda de un líquido inflamable.
Lo único probado en la investigación fue la intrusión a
distancia en el ordenador. Y esto ya valió para que la policía se tomara en
serio la teoría y declarara la denuncia de Robinson como fraudulenta.
Más adelante los peritos no pudieron verificar que hubiera
un comando para las impresoras, ni todo lo demás. Pero IAG sigue negándose a
pagar. El caso está abierto todavía en un juzgado civil.
Para añadir más leña al fuego, Robinson amenazó a los
directivos y abogados de IAG de desacreditar a la empresa por internet si no
pagaban. Y esta pasada primavera fue encontrado culpable de un delito de
extorsión, por lo que desde junio está en detención domiciliaria (hasta nueve
meses). El hombre, encerrado y en quiebra, se encuentra en muy malas
condiciones para luchar por su caso.
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