viernes, 9 de septiembre de 2016

Semana 36

Buenos días, en verano el clima seco y el calor favorecen la aparición de incendios, pero también los presuntos fraudes. Si la pasada semana publicamos una noticia sobre un caso típico de fraude por incendio provocado en un vehículo, hoy presentamos un caso más sofisticado que parece estar trayendo cola al otro lado del globo. La pregunta surge por si sola: Estamos en España preparados para detectar y verificar fraudes tecnológicamente avanzados?
 
Un saludo.

Josu Martínez


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Una compañía de seguros cree que un hombre quemó su casa a distancia

En Nueva Zelanda
Según la teoría, el propietario encendió su hogar mediante un ordenador y a 400 kilómetros de distancia

Fuente : La Vanguardia. Redacción, Barcelona 06/09/2016
Imagen de archivo de una casa residencial en llamas en un lugar desconocido (Getty).

 Su millonaria mansión fue reducida a cenizas, pero la compañía de seguros se resiste a indemnizarle. A modo de justificación; una bizarra historia más cercana a las películas de acción que a la realidad.
Recoge el periódico británico The Independent que Christopher Robinson, originario del Reino Unido, se fue a vivir en 2005 a Nueva Zelanda, en una remota parte de la Isla del Norte, cerca de Kerikeri, con su mujer y sus dos hijos. Allí tenía una casa valorada en 1,6 millones de dólares, que disfrutaba a sus sesenta y largos.
En septiembre de 2011 la familia salió a visitar en coche la ciudad de Hamilton, situada a 400 km. de distancia de su casa. Esa noche, los vecinos de Kerikeri alertaron de que la casa de Robinson y el Mercedes de su mujer estaba en llamas. No quedó nada utilizable.
Ahora, casi cinco años después, la familia todavía no ha recibido ni un céntimo por parte de IAG, reconocida compañía aseguradora.
¿El motivo? IAG cree que Robinson encendió él mismo la casa de forma remota, a través de un ordenador, según apunta la revista Stuff en un amplio reportaje. Esta es la teoría: el propietario entró de forma remota desde su portátil al ordenador de mesa que tenía en su casa. La máquina accionó la impresora, que estiró un papel que, a su vez, estiró un cordel unido a un interruptor. El interruptor encendió una batería de 12 V y, cuando esta se calentó, prendió una cerilla. Así se originó el fuego, que se propagó con la ayuda de un líquido inflamable.
Lo único probado en la investigación fue la intrusión a distancia en el ordenador. Y esto ya valió para que la policía se tomara en serio la teoría y declarara la denuncia de Robinson como fraudulenta.
Más adelante los peritos no pudieron verificar que hubiera un comando para las impresoras, ni todo lo demás. Pero IAG sigue negándose a pagar. El caso está abierto todavía en un juzgado civil.
Para añadir más leña al fuego, Robinson amenazó a los directivos y abogados de IAG de desacreditar a la empresa por internet si no pagaban. Y esta pasada primavera fue encontrado culpable de un delito de extorsión, por lo que desde junio está en detención domiciliaria (hasta nueve meses). El hombre, encerrado y en quiebra, se encuentra en muy malas condiciones para luchar por su caso.

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